Mi nueva amiga jardinera, una verdadera abuela con jardín.
Cuando camino por la calle aunque esté en otra misión, los jardines de las abuelas no se me escapan y trato de recordar dónde estaban para volver a verlos otra vez.
Volví entonces a la caza de jardines de la abuela en la ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires, sabiendo muy bien a qué le iba a sacar fotos y bien rapidito ya que disponía de poco tiempo. Pero nada fue como lo planee, sino que esa mañana viví una aventura emosional.
Estaba fotografiando una casa deshabitada cuando un señor me llamó y preguntó a qué le estaba sacando fotos. Le conté que a las plantas y me dijo “¿Querés un gajo?”. Y sorprendida acepté, entramos al jardín y me ayudó a sacar unos esquejes y me contó que a su señora y mamá le encantaban las plantas y me llevó a conocer a Angelita.
Pasando por largos pasillos y un sorprendente galpón llegamos al patio de la casa de Angelita. Simplemente bellísimo, tan típico de las casas “chorizo”. Un patio de baldosas calcáreas con una galería corta cubierta de trepadoras, jazmines, una flor de nacar, y muchas más, macetas por todos lados con diferentes tesoros, iris reventando macetones, jazmines, malvones maravillosos, alguna zanahoria perdida por aquí y por allá, puerros, gazanias, rosales especiales, helechos.
Angelita se quejaba de que no había podido prestar la atención necesaria a su jardín ese invierno pero yo lo veía casi impecable. Me contó sobre el amor que tiene una de sus hijas por las plantas también y lamentablemente no podía quedarme más tiempo compartiendo con ella pero prometí volver y le pedí permiso para sacar fotos que ya les mostraré.
Ya pasó un tiempo de lo ocurrido en este relato. Estas fotos son de uno de los gajos de duraznillo que me llevé y de malvones que generosamente Angelita compartió conmigo.
Publicada originalmente en Blogspot. martes, 22 de noviembre de 2011.