Creía en los jardines viejos y en los jardines jóvenes, pero cada vez estoy más convencida de que no es así.
Los jardines son una construcción humana fiel reflejo de lo que sucede en la naturaleza.
Los jardines están vivos y evolucionan.
Uh! ya sé, me estoy enredando en mis ideas, no importa a veces entre las lianas y malezas nos encontramos con sorpresas (y versos), por eso sigo.
Solía pensar en los jardines como individuos, por eso: crecían y morían pero …ya no sé si es una buena comparación.
Ahora pienso que un jardín refleja el espíritu de quien lo cuida, por eso el paso del tiempo se vuelve relativo.
Este verano decidí dejar mi jardín libre y salvaje. Dejé que los pastos pampeanos crecieran y experimentar un poco, ver qué sucedía.
Lo disfruté mucho y por un tiempo fue bello pero ya es tiempo de instaurar el orden clásico nuevamente.
Mi abuela me enseñó que las plantas de jardín son delicadas y por eso es que hay que cuidarlas tanto y brindarles nuestra dedicación y tiempo. Los pastos pampeanos son muy fuertes y compiten con las herbáceas. Así que para que se luzcan hay que tenerlos se pa ra di tos, no pueden intimar demasiado, uno se come al otro, pero qué espectáculo que brindan cuando están al límite.
Es bueno alborotar las cosas de vez en cuando, nos brinda otra visión.
Me dí cuenta que tengo muy claro lo que me gusta ver en mi jardín y tengo una buena medida de lo que cuesta.
Este otoño voy a empezar a construir un espacio distinto del que era pero la esencia de mi jardín ahora sé que es la mía y eso es lo que perdura.
Espero poder mostrarles en fotos lo que les conté en palabras.
Estas flores blancas son un ejemplo de la mezcla entre silvestre y cultivado. De mi experimento me llevo una latana y una dama de noche que aparecieron supongo de semillas que los pájaros trajeron. ¡Mariposas y mi nariz felices!